viernes, 2 de abril de 2010

Volante entregado en mano, no arrojar en la vía pública

Caminar por las encantadoras callecitas de esta gran ciudad es una aventura permanente. Esquivar veredas rotas, cruzar mirando para los dos lados y para arriba también porque no sabés de donde te sale una motito de delivery sin luces y de contramano, mesas y sillas de bares que te ocupan toda la vereda, las ofertas de los manteros y por supuesto, los nunca bien ponderados volanteros. Entre tarotistas con "don de nacimiento" e institutos para hacer el secundario acelerado, hoy me encontré con una joyita del autobombo y con la autoestima de Zulma Lobato.

A las pruebas me remito. Confieso que muero por conocerlo pero no me animo a cambiar de colorista.